"Unidos en Cristo para Evangelizar"
08 de Mayo de 2024
Padres, presten atención
 


Dentro de los problemas más serios que actualmente surgen en la educación de los hijos están los que promueve la ideología de género.

La seriedad del asunto ha llevado a que el tema este incluido en la declaración Dignitas infinita, recientemente publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Allí se alerta sobre la gravedad del asunto, al tratarse de uno de los atentados contra la dignidad humana.

Para dar contexto, recordemos que el término “género” -como un asunto vinculado a la sexualidad- nace en el mundo anglosajón, específicamente, en las universidades de Estados Unidos, entre los años 75 y el 95. A partir de allí, comienza esta avalancha con dirección a distintos frentes. Por la oportunidad en que esto se gestó, ni el Concilio Vaticano II (concluido en 1965) ni los documentos posteriores del Magisterio lo había abordado de la forma como lo hace Dignitas infinita, ya aludido.

Para no caer en errores, la Iglesia siempre ha reflexionado sobre distintos aspectos que surgen de la diferencia sexual y sobre el papel de la mujer. Es a partir de este saber acumulado donde se pasa a explicar los errores de la ideología de género, que se empeña en intentar borrar las diferencias entre hombre y mujer, proponiendo una visión de la sexualidad contraria a las leyes del Creador.

La radicalidad de la ideología de género ha dado lugar a dificultades que no conocíamos. Sus destinatarios predilectos son los niños y adolescentes, a los que se les hacen propuestas erróneas que alteran o modifican el normal desarrollo vital de los seres humanos, para que la masculinidad y feminidad terminen por ser un asunto de elecciones y no del don que nos ha regalado el Creador, en nuestra condición de ser hombre o de ser mujer.

Como lo explica en una reciente entrevista la experta en el tema, Marta Rodríguez (Doctora en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana): las teorías de género son peligrosas porque proponen una falsa salida y un engaño perverso ante las angustias vitales. En sus palabras, “a la larga, suponen una violencia mayor en la propia historia, porque obligan a poner entre paréntesis aspectos que también forman parte de la identidad de cada persona. Es un espejismo pensar que alguien pueda poner entre paréntesis su cuerpo, como si no dijera nada de quién es. Incluso desde un punto de vista psicológico, su yo se ha desarrollado a partir de experiencias corporales. Claro, esto no se puede soltar de forma agresiva, sino que exige mucha delicadeza en las formas. Lo que ahora se hace con las transiciones y con el retraso de la pubertad es una grosería científica sostenida por pura ideología e intereses económicos”.

En el terreno de lo concreto, la referida experta aconseja: “con los jóvenes que están confundidos, hay que ayudarles a que se planteen preguntas para que ellos mismos encuentren la verdad. La verdad no es algo que hay que imponer desde fuera: se corresponde con los anhelos del corazón, porque estamos bien hechos. Esto no es relativismo, sino saber que la ley natural está escrita en el corazón. En el ámbito educativo tenemos que hacer una propuesta antropológica clara y profunda, pero de forma respetuosa. A veces los discursos, por ejemplo, que se hacen desde los grupos provida, pueden ser muy hirientes. Hay que hablar con cariño de la sacralidad de la vida sin tener que aplastar a la niña que ha abortado”. (Entrevista a Marta Rodríguez «Se puede abrazar el género desde una antropología cristiana», publicada en Alfa y Omega, 11 al 17 de abril de 2024).

Los padres cristianos debemos tener claro que los objetivos morales del cristianismo contrastan con las propuestas educativas del nuevo paganismo, el que intenta diluir las bases antropológicas y morales de nuestra fe. El credo neopagano se empeña, entre otras cosas, en negar todo fin trascedente del hombre, para legitimar la actuación por el mero capricho, sin considerar que existen deberes para con otros, partiendo por el designio de Dios que creó hombre y mujer.

Pidamos a Santa María, que es auxilio de los cristianos, a que se nos de la gracia divina para tener la grandeza de alma y la fortaleza para vivir siempre nuestra fe, incluso en la diversidad.






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